Cómo Dios salvó a mi padre

Mi padre había trabajado en Japón durante siete años y hablaba japonés con fluidez. Desaprobaba que mi madre asistiera a la iglesia y la perseguía por ello. Un domingo por la noche, después de que ella regresara de la iglesia, él le lanzó un pequeño trozo de madera mientras estaba borracho. Aunque no la golpeó, mi madre quedó profundamente herida en su corazón. Esa noche, sintiéndose abrumada por las dificultades de la vida, rezó pidiendo a Dios que le quitara la vida. En ese momento, mi padre oyó una voz que hablaba en un japonés fluido a través de la boca de mi madre tres veces: “Porque me persigues a mí y a tu esposa, te quitaré la vida”. Junto con esta voz, mi padre sintió como si estuviera experimentando un terremoto como los que había presenciado en Japón, y no podía tenerse en pie. Se arrastró hasta la habitación donde rezaba mi madre y, arrepentido, confesó: “Asistiré a las oraciones matutinas con mi esposa, dejaré la bebida y el tabaco que tanto me gustan y viviré una vida de fe junto a ella. Por favor, perdóneme y no me quite la vida”.

Entonces, de nuevo por boca de mi madre en japonés, escuchó: “Me complace tu confesión de arrepentimiento. Como señal de perdón, te haré escuchar el himno que cantaron los ángeles tras el diluvio de Noé”. Mi padre, que sabía bien que mi madre no sabía ni una palabra de japonés, no podía dudar de lo que estaba ocurriendo. El himno que salió por su boca era de una belleza indescriptible, distinto a todo lo que él había oído antes.

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