Recibid el Espíritu Santo
Romanos 8:7–18
¡Aleluya! Que la gracia de nuestro Señor Jesucristo y la paz de Dios Padre sean abundantemente derramadas sobre cada uno de ustedes.
Amados hermanos, todos nosotros, tarde o temprano, debemos dejar este mundo.
La muerte es una realidad inevitable, y Hebreos 9:27 lo declara con claridad:
“Y así como está establecido que los hombres mueran una sola vez, y después de esto, el juicio.”
Tanto el creyente como el no creyente deben hacerse una pregunta profunda y seria:
“¿Qué sucede después de la muerte?”
La ciencia y la razón humana no pueden darnos una respuesta certera, pero la Biblia sí.
Después de la muerte viene el juicio justo de Dios, y todos compareceremos ante Su trono.
Esto nos lleva a una pregunta crucial:
“¿Estoy preparado para estar delante del tribunal de Dios?”
“¿Tengo hoy la seguridad de mi salvación?”
“¿Estoy viviendo en la vida que proviene de Dios?”
Estas preguntas no están destinadas a sembrar miedo, sino a ser una invitación divina—una puerta abierta hacia la vida verdadera.
¿Por qué? Porque Dios no nos ha dejado abandonados al juicio.
A través del Espíritu Santo, Él nos da la seguridad de la salvación y el don de una vida nueva.
Hoy, por medio de la Palabra de Dios, consideremos la presencia y la obra del Espíritu Santo, y por qué es absolutamente necesario recibirlo.
Oro para que este mensaje despierte en cada uno de ustedes un profundo deseo por el Espíritu Santo, y que tomen una firme decisión de vivir en la nueva vida que Él ofrece.
1. ¿Por qué debemos recibir al Espíritu Santo?
La Biblia lo declara con claridad: “Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Él.” (Romanos 8:9)
Si el Espíritu Santo no mora en nosotros, no pertenecemos a Jesucristo.
Recibir al Espíritu Santo no es una opción, sino una parte esencial de la salvación y la base para tener seguridad de vida eterna.
Muchas personas asisten a la iglesia, adoran, y piensan que están viviendo una vida de fe. Pero si el Espíritu Santo no mora en sus corazones, su fe no es más que una actividad religiosa externa.
Jesús comparó a estas personas con “las cinco vírgenes insensatas” en Mateo 25. Ellas tenían lámparas, pero no aceite.
La lámpara representa la forma externa de la fe, mientras que el aceite simboliza la presencia y la morada del Espíritu Santo.
Aparentemente honran a Dios, pero en realidad, sus corazones están lejos de Él.
El apóstol Pablo advirtió en 2 Timoteo 3:5 sobre los que “tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella.”
Un verdadero cristiano es alguien que vive en una relación viva con Dios a través de la presencia del Espíritu Santo.
El Espíritu no es solo una experiencia mística; es la esencia misma de una fe genuina.
2. ¿Por qué hoy muchos viven sin el Espíritu Santo?
Hoy en día, muchos creyentes han malinterpretado el propósito fundamental de la vida cristiana.
Participan en el culto, oran, se involucran en actividades de la iglesia, pero en el centro de su fe no está el reino de Dios, sino la prosperidad en esta vida: la solución de problemas, la salud, el éxito.
Es cierto que Dios conoce nuestras necesidades y se preocupa por nosotros.
Pero la verdadera esencia de la fe, según la Biblia, es que nuestras almas sean salvadas mediante una relación correcta con Dios, y que vivamos para Su gloria.
Sin la morada del Espíritu Santo, la seguridad de salvación no puede ser clara.
Muchos solo esperan ser salvos después de la muerte, pero ¿quién puede arriesgar toda su vida basada solo en una esperanza vaga?
Por eso muchas personas se enfocan más en lo visible, en lo presente, que en el mundo eterno e invisible.
El mundo tangible parece más real, y la esencia de la fe se va dejando de lado.
Jesús habló de estas personas en Juan 12:43, diciendo:
“Porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios.”
El Espíritu Santo obra en nuestros corazones para que anhelemos la gloria de Dios, ese valor eterno e invisible.
Pero la persona carnal prefiere el reconocimiento y el elogio humanos.
Romanos 8:7 nos advierte:
“Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios.”
La carne no se somete a la voluntad de Dios, sino que se le opone y la resiste.
Si no cuidamos ese estado, podemos ser fácilmente engañados por espíritus falsos enviados por Satanás.
Sin el Espíritu Santo en nuestro interior, podemos oír sermones sin entender la verdad, leer la Biblia sin experimentar transformación.
¿Por qué? Porque aunque nuestros oídos y ojos físicos estén abiertos, nuestros sentidos espirituales permanecen cerrados.
El Espíritu Santo es quien nos da entendimiento de la Palabra, confirma nuestra fe y nos permite discernir la voluntad de Dios en nuestra vida cotidiana.
3. Graba Profundamente la Gracia de la Expiación en Tu Corazón
Todos hemos recibido el perdón de nuestros pecados por la gran gracia de Dios.
Sin embargo, muchos han escuchado la palabra “expiación” sin comprender verdaderamente la profundidad de su significado.
Solo cuando entendemos correctamente la gracia de la expiación, podemos recuperar un corazón lleno de gratitud y asombro por la misericordia recibida.
Romanos 5:8 dice:
“Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.”
Este versículo significa que Jesucristo cargó con el juicio justo y la maldición de Dios que nosotros merecíamos por nuestros pecados.
Mediante su sufrimiento y muerte en la cruz, Él llevó el castigo que debía ser nuestro.
La expiación no se trata solo del perdón de los pecados. Es la expresión perfecta del amor de Dios que nos salva de la condenación eterna y nos adopta como Sus hijos.
En este mundo, el amor de los padres es considerado el más grande y precioso, pero el amor de Dios es infinitamente mayor: perfecto, eterno e incomparable.
En Isaías 41:10, Dios nos da esta promesa:
“No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.”
Esta es una declaración personal del amor de Dios para cada uno de nosotros. Si creemos verdaderamente en este amor, podemos entregar toda nuestra vida en Sus manos.
El propósito de Dios al darnos la gracia de la expiación no es solamente perdonarnos los pecados.
Él nos dio al Espíritu Santo para guiarnos a una vida conforme a Su voluntad.
Recibir al Espíritu Santo es aceptar la promesa de Dios de cuidar de nuestra vida, y también recibir la misión de llevar a otros a la salvación a través de nosotros.
Sin embargo, hoy en día muchos creen en la gracia de la expiación, pero tratan de vivir su fe sin el Espíritu Santo.
Como resultado, no experimentan el gozo ni el asombro de la fe, se comprometen fácilmente con el mundo y se quedan atrapados en una forma vacía de religiosidad.
4. La Bendición de Recibir al Espíritu Santo
Cuando recibimos al Espíritu Santo, nuestra vida experimenta una transformación asombrosa.
Primero, recibimos la seguridad de que somos hijos de Dios y se nos concede el privilegio de llamarlo “Padre”.
Romanos 8:15 dice:
“Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!” (RVR1960)
Este pasaje proclama que ya no somos esclavos dominados por el temor, sino hijos amados de Dios que podemos acercarnos a Él con confianza e intimidad.
El que ha recibido al Espíritu Santo ya no ve a Dios como un juez lejano y severo, sino como un Padre lleno de amor.
Y por eso, puede vivir libre de preocupaciones y ansiedades, descansando en Su amor.
El Espíritu Santo no solo nos da paz interior; también afirma nuestra identidad como hijos de Dios.
Además, el Espíritu nos dirige a mirar hacia nuestra herencia eterna.
En medio del sufrimiento y el dolor de esta vida, Él nos llena de esperanza en la gloria venidera y nos ayuda a comprender que el dolor presente es solo pasajero.
Como resultado, quien ha recibido al Espíritu Santo puede soportar cualquier situación con paciencia, gratitud y gozo verdadero.
Esto es evidencia viva de que el Espíritu habita realmente en nosotros, y de que caminamos como verdaderos hijos de Dios.
5. Nuestra Decisión para Recibir al Espíritu Santo
Ahora debemos preguntarnos con seriedad: ¿Qué decisión debemos tomar para recibir al Espíritu Santo?
El Espíritu Santo es un regalo de la gracia de Dios. No es algo que se gana con esfuerzos ni merecimientos humanos.
Pero hay algo que debemos abandonar para recibirlo: nuestras viejas formas de pensar y los valores del mundo.
2 Corintios 10:5 nos exhorta:
“Derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo.” (RVR1960)
Esto es un llamado a renunciar al orgullo y los patrones del mundo, y a rendirnos humildemente a la voluntad de Dios.
Cuando venimos a Dios con una fe sencilla como la de un niño y con un corazón humilde, el Espíritu Santo desciende y habita en nosotros.
Dios da gracia al humilde y se deleita en morar en los corazones que se humillan ante Él.
Y ese día es hoy. 2 Corintios 6:2 declara:
“He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación.”
El Espíritu Santo no es para mañana; es una gracia que debemos anhelar y recibir hoy, ahora.
El Espíritu Santo no es solo un sentimiento o una emoción religiosa.
Es la presencia misma de Dios, obrando con poder en nuestras vidas en este preciso momento.
Por tanto, acerquémonos a Dios con humildad, y con fe ardiente deseemos al Espíritu Santo.
Cuando tomamos esta decisión, Dios —que es fiel— cumplirá Su promesa y derramará Su Espíritu sobre nosotros.
6. Prácticas Concretas para Ser Llenos del Espíritu Santo
Si realmente deseas recibir al Espíritu Santo, necesitas reordenar tus prioridades de vida.
En lugar de invertir la mayor parte de tu tiempo en el cansancio físico o en los asuntos del mundo,
dedica más tiempo y energía al alimento del alma.
Deja atrás una vida centrada en el entretenimiento y los dispositivos móviles,
y avanza hacia una vida de oración, alabanza, meditación en la Palabra de Dios, y proclamación del Evangelio.
Esta no es solo una modificación de actividades, sino una expresión genuina de fe que anhela la presencia de Dios.
Así como reaccionamos rápidamente a las notificaciones de nuestros teléfonos,
debemos aprender a responder con la misma sensibilidad a la guía del Espíritu Santo.
A través de esta práctica de fe, el Espíritu Santo llenará tu corazón con abundancia,
y tu vida se caracterizará por el fruto del Espíritu:
“amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” (Gálatas 5:22–23, RVR1960).
Esta semana, aparta un minuto cada mañana para tener comunión con el Espíritu Santo.
Afina tu oído a Su voz, y comienza cada día con Él.
Conclusión: El Espíritu Santo No Es Opcional, Es Esencial
Recibir al Espíritu Santo no es una opción personal.
Es una decisión de vida o muerte, de salvación o perdición.
Sin el Espíritu Santo, no podemos experimentar la verdadera vida en Cristo,
ni vivir conforme a la voluntad de Dios.
Por eso, amados hermanos y hermanas, en este mismo momento,
tomen una decisión de fe ante Dios con un corazón que anhela al Espíritu Santo.
Rinde tus pensamientos antiguos y tus hábitos pasados,
y entra en una vida renovada y transformada por el Espíritu Santo.
Y confiesa cada día:
“Señor, lléname con Tu Espíritu Santo. Guíame hoy por Tu Espíritu.”
Esta decisión te conducirá a una vida de poder
y te capacitará para cumplir la misión que Dios ha puesto en tus manos.
Amén.